¿Recordáis haber sufrido las burlas de un compañero/a de clase? ¿Habéis escuchado a vuestros niños y niñas quejarse por recibir insultos y mofas?.
El ser humano tiende a observar y
destacar aquellas características que de alguna manera, llaman la atención, es
decir, sobresalen de lo que consideramos habitual. Tenemos la
capacidad de convertir un pequeño detalle en algo realmente exagerado, y en
muchas ocasiones, gracioso.
El sentido del humor es una de
las mejores herramientas que utilizamos en nuestras relaciones interpersonales,
de este modo, puede ser de gran utilidad
para la adecuada crianza de nuestros hijos e hijas. Forma parte de la
inteligencia emocional de cada individuo y puede ayudarnos a afrontar muchas
situaciones y relativizar un sin fin de problemas y preocupaciones. Sin embargo, ¿Qué ocurre cuando el sentido del humor se
convierte en un mecanismo hostil?. Deja de ser algo "normal" para convertirse en agresiones que hieren a quien las realiza y a quien las recibe.
¿Qué consigue un adolescente cuando se ríe del físico de un compañero?. Puede que logre dejar en evidencia a uno
de sus iguales, intentar hacerle ver que vale menos que
los demás, y por supuesto, la aprobación social mediante las risas y
aclamaciones del resto de sus
compañeros.
Ahora llega la cuestión que nos debería hacer
reflexionar: ¿cómo debe sentirse un chico que necesita burlarse, insultar o agredir a otra persona para sentirse
aceptado, exitoso?. Esos comportamientos desvelan la existencia de jóvenes
carentes de empatía, de amor propio y llenos de negatividad y baja autoestima.
¿QUÉ PODEMOS HACER?. HABLEMOS DE PREVENCIÓN.
Desde casa, y desde que son muy
pequeños, debemos fortalecer el valor de cada persona, el respeto hacia uno
mismo y hacia los demás. Hacerles entender que pueden brillar con su luz interior, sin necesidad de apagar las luces
de los demás.
De esta forma, un niño o niña no
necesitará reírse de otro para sentirse aceptado, y de la misma forma, el que
recibe burlas, sabrá aceptarlas mejor. Pensemos que si todos tuviéramos claro lo que valemos, no necesitaríamos tan
intensamente que otros nos lo dijeran y no nos afectarían tanto los comentarios negativos de los demás.
¿CÓMO FOMENTAR LA AUTOESTIMA DE NUESTROS HIJOS E HIJAS?
1. Empecemos con nuestro lenguaje.
Evitemos los comentarios negativos hacia
su persona.
Ejemplo. Tu hija de 11 años ha
suspendido un examen para el cual estudió poco. En lugar de decir, “te estás volviendo muy vaga” o, “eso te pasa por vaga”, podemos
preguntarle por qué cree ella que ha suspendido, y si no llega o no quiere
llegar a la conclusión de que es por falta de estudio, le diremos que le ha
faltado un poco más de estudio, le ha faltado esforzarse más. Recordarle otras veces en las que se ha esforzado y ha conseguido un
buen resultado. “Si la próxima vez te esfuerzas
más, sacarás mejores notas”.
El mensaje es el
mismo, queremos que vea las consecuencias
de sus actos y que empiece a asumir sus responsabilidades, sin embargo, en la segunda opción no la desvalorizamos
ni atacamos, estamos hablando de comportamientos, no de su
personalidad. De esta forma no herimos su autoestima.
2. Corregir los errores en privado y felicitarles en público.
El sentido del ridículo es
algo que está muy presente en nuestros jóvenes. A veces, lo que para un adulto
puede parecer algo sin importancia, “mi hijo ha suspendido 4 asignaturas este trimestre, así que se queda sin salir”, para un chaval de 13 años puede ser un hecho que le avergüence dependiendo el contexto en el que se encuentre. Cuidado con lo que decimos frente a los demás,
esto puede incrementar su timidez. Aprendamos a corregir sus errores en privado y a felicitarles por sus logros cuando las personas de su alrededor también los puedan celebrar. Esto ayudará a favorecer su entusiasmo y reforzar su seguridad.
3. Evitemos las comparaciones con los demás.
De nada vale compararnos. Si hay algún
otro niño o niña al que crees, que tu hijo debería parecerse un
poco más, tenemos que tener cuidado con la frecuencia o la intensidad de
nuestros comentarios. Puede llegar a ser muy frustrante para un menor no llegar a ser lo que sus padres quieren que sea, o no ser capaz de conseguir los objetivos que
consiguen otros. Podrían llegar a percibir que no valen lo suficiente para ser aceptados tal y como
son.
4. Olvidemos las amenazas.
Educar desde el miedo crea a personas inseguras, incapaces de enfrentarse a diversas situaciones y de
resolver problemas. No es necesario amenazar a los niños cuando se portan
mal. Bastará con entender que hay ciertas normas que se deben cumplir y comportamientos que no se deben hacer. De esta
forma podemos explicárselo con tranquilidad o que vean que por haber pegado al hermano, no va a poder ir al
parque esta tarde, sin embargo, cuando los atemorizamos sólo estamos
incrementando su desconfianza.
5. Apartemos al odio.
Queramos o no, las personas solemos tener prejuicios, y aunque
debemos luchar contra ellos, en ocasiones juzgamos a los demás, incluso podemos
llegar a manifestar odio o rabia hacia personas que son diferentes a nosotros.
En nuestros comentarios, en nuestros gestos, los niños están percibiendo que si
algo es diferente a la norma es malo, por eso, si en una clase hay algún chico
o chica que tiene cierta característica que lo diferencia del resto, consideran que es aceptable meterse con él. Es importante que aprendan a respetar a los demás.
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